Por mandato de la Sagrada Inquisición, este documento se considera fuera del Canon Imperial. Se declara carente de toda veracidad y blasfemo; y todo el que lo lea deberá presentarse ante el Predicador más cercano para declarar su inocencia. De lo contrario se declarará su purga inmediata.
++++++++++++++++++
Comunicación interceptada de la Nave Puño Divino
Cabo Stern, Tropas de Asalto, 331º de Cadia
Scelus, Planeta Capital del sistema.
Decretada misión de Purga Total.
672.M41
Pensamiento del día:
Alabada la mente demasiado estrecha para que quepa la herejía.
Alabada la mente demasiado estrecha para que quepa la herejía.
++++++++++++++++++
- Oficial de comunicaciones de la Puño Divino. Identifíquese y diga destino de la comunicación.
- Escuche atentamente y no me interrumpa. Soy el Cabo Sternde Tropas de Asalto, 331º de Cadia. Quiero que quede reflejado mi testimonio. No queda mucho tiempo antes de que me encuentren asique escúcheme con atención y pase la grabación a sus superiores. Estamos en grave peligro.
- Pe-pero…
- ¡Cállese!Mi relato empieza el día que aterrizamos sobre la superficie de Scelus. Nuestra misión era perseguir a los herejes de la Legión Hijos de la Malicia. Ya había participado en otras misiones con los resultados esperados por el Comandante Krats. Nuestra compañía estaba compuesta por un grueso de infantería dirigida desde su Chimera por el Capitán Reynhold, seguido en retaguardia por 2 baterías de tanques antiaéreos modelo Hydra, un destacamento de artillería Mantícora, 3 escuadrones de aeronaves de trasporte Vendetta, y por el motivo de nuestra caída en la desgracia: El Astrópata de la Compañía, Isador Glaúner, y su coro de psíquicos autorizados.
El humo de la detonación comenzó a expandirse. Sólo se veían cadáveres esparcidos en posturas imposibles, algunos sin brazos, otros sin piernas o cabeza, los peores estaban sin medio cuerpo o eran simples trozos de carne rojiza pegados en la pared. Me levanté y recogió el fusil automático, era un modelo antiguo de gran calibre que recuperé de un hermano caído cuando perdió el mio propio en el fragor del combate. Miré a mi alrededor y me escondí en cráter oscuro. Estaba totalmente lleno del polvo despedido por la explosión.
Busqué heridas por mi cuerpo y no encontró ninguna, me levanté y avancé lentamente cubriendo arcos con el arma. Me quedé aislado del resto del grupo y el comunicador personal no funcionaba a causa de la alta resonancia del entorno probablemente provocada por los disruptores e interferidores de la superficie. Estaba perdido. Nos habían mandado allí para liquidar los cañones superpesados Herejes, lo consiguieron perdiendo a tres escuadras en ello. Cuando llegamos al búnker éramos seis, y ahora estaba completamente sólo en territorio hostil y a cientos de metros del punto de encuentro. Estaba cayendo la noche y debía buscar refugio por lo menos para pasar la noche. Registré rápidamente los cuerpos y guardé dos cajetillas de varitas de lho que llevaba un soldado y dos raciones de campaña. También me hice con los mapas, los desenrollé y comprobé que en uno estaba marcado un templo como objetivo preferente.
- Estamos hablando del planeta Scelus, ¿correcto? Creo que debería saber…
- ¡Le dije que se callara! Poniendo a prueba mi entrenamiento en sigilo llegué al punto marcado en el mapa sin mucho esfuerzo. Intuí que se trataba de un edificio del Ministorum por su composición, pero de él solo quedaba la muestra de la eficiencia de nuestra poderosa Batería de misiles Mantícora.
Escuché varias voces, hablaban en un idioma totalmente desconocido, con muchas eses y aes. Se encontraban al fondo de la galería, así que avancé con más cautela y vigilando la retaguardia constantemente.
Al poco tiempo gire la esquina y descubrí una puerta de metal entornada. Las voces provenían de dentro, me acerqué con el fusil listo y miré por la ranura que había entre las bisagras. Pudo ver a dos herejes Hijos de la Malicia y un oficial imperial de rodillas. Tenían una estantería llena de rollos de mapas, varios cajones de metal y una estación de radio que había visto mejores tiempos.
Pensé un momento; estaba sólo y no duraría mucho con vida tras las líneas enemigas, aunque lograra evitar las patrullas que sin duda iban tras él no tenía un refugio seguro.
Así que se decidí, si iba a perder la vida a manos de esos malditos herejes, al menos mandaría a todos los que pudiera a los brazos de sus malditos dioses del Caos. Me preparé, tras una breve plegaria al Emperador preparé dos granadas de fragmentación y cuando estaba a punto de quitarles las anillas, escuché un sonido que no olvidaré el resto de mi vida. Sonaba como si la Muerte nos cantara. Quería arrancarme los oídos para hacer callar esos gritos de dolor y desesperación. No pude más que vomitar y hacerme un ovillo en el suelo hasta que paró el estruendo. Cuando me recompuse ví que, en lugar de cabeza, el oficial imperial tenía un geiser sangriento. Las dos servoamaduras blancas y negras estaban salpicadas de una sustancia rosácea, como si hubiera puesto mis granadas de fragmentación en el hueco de los hombros del soldado. Ya no estaban solos, sino que le acompañaba una corte de hombres con túnicas de un color verde jade. A la cabeza se presentaron dos figuras de aspecto aterrado. El primero podría pasar por un compañero más de filas: su armadura caparazón lucia inmaculada, recién sacada del Munitorium, pero su mirada desprendía un odio y un sadismo inhumano. El otro era una sombra que caminaba, su capucha le cubría el rostro, pero su voz era inconfundible: Isador
- Ya creía que no apareceríais, dijo un Marine de los Hijos de la Malicia.
- Si tanto me echabais de menos, ¿por qué no habéis ido vosotros mismos a recogerme al campo de batalla? ¿Sabéis lo indigno que es simular tu propio secuestro en medio del campo de batalla?- Eso es lo que dijo el indigno Astrópata.
Después de eso se marcharon como amigos, como si se conocieran siempre. Al dejar la sala me acerqué al oficial muerto. Supongo que no me sorprendió encontrar el cuerpo sin vida del Comandante Krats, no era más que la confirmación de la traición de esos jodidos psíquicos.
Tan pronto como pude puse en funcionamiento esta radio, no estaba seguro de…
(Ruidos indescriptibles. Mezcla de rugidos, gritos, lamentos y explosiones sordas)
-¿Oiga? ¿Hay alguien ahí?
(Risa macabra, chirriante)
- Gracias por anunciar nuestra llegada, soldado. Puede retirarse. Guardaré esta conversación para recordar nuestro Alzamiento, y el día en que el Verdadero Dios de la Humanidad me bendijo. Púdrase donde quiera que esté
- ¡Isador, maldito! Vuelve a la superficie si tienes lo que…
+++ Fin de la transmisión+++
Me ha encantado!
ResponderEliminarMe habéis dejado con ganas de leer más sobre lo sucedido en Scelus!